Mientras esperábamos en las tardes a empezar la clase, el silencio era inmenso en la sala de ensayo. En ese momento me perdí en la mirada del horizonte de los edificios, del cielo eterno y de la profundidad del salón ahí me dí cuenta lo inmenso del todo y que la fisuras de nuestros pies son bellos, que el moretón de aquella caída es una huella y que mientras giro y giro me siento en 360° solo sé que tengo el movimiento en mis piernas y es casi como un orgasmo la felicidad de sentir mi cuerpo en movimiento; es algo rico, suave y que me deja en un estado de nirvana.
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